miércoles, 23 de mayo de 2012

Rafael María Carrasquilla.



Eclesiástico, educador y escritor nacido en Bogotá, el 18 de diciembre de 1857, muerto en la misma ciudad, el 18 de marzo de 1930. Hijo del educador Ricardo Carrasquilla y Ortega y de doña Emilia Ortega Párraga, en su infancia el niño Rafael María, subido en las rodillas de "abuelito", el general José María Ortega y Nariño, le oía contar las vivas historias de su amigo Simón Bolívar y de su tío Antonio Nariño [...] Así se forjó el patriota, el enamorado de Colombia y de sus glorias, el que había de decir después: "Bolívar es el mayor amor de mi alma, después de Dios y al par que mi patria y que mis padres", cuenta el padre José Eusebio Ricaurte. Rafael María Carrasquilla hizo sus primeros estudios en el colegio dirigido por su padre, el Liceo de la Infancia.

Antes de cumplir los 20 años y de ingresar al seminario, monseñor Carrasquilla publicó, en 1878, la Vida de Pío IX; a los 21 publicó un ensayo sobre Núñez de Arce, en el que mostró un extraordinario dominio de la literatura española; y en el Repertorio colombiano publicó una serie de artículos que pronto le dieron fama de gran escritor y orador. Entró al seminario y en corto tiempo estudió teología. El 8 de septiembre de 1883 recibió la unción sacerdotal de manos del obispo de Popayán, Carlos Bermúdez. Fue párroco de Hato Viejo (hoy Villapinzón); en 1884, prefecto general del Seminario, nombramiento hecho por monseñor Bernardo Herrera Restrepo; y en 1886, vicerrector del mismo. Luego fue nombrado párroco de Egipto y de la catedral, que entonces tenía por iglesia parroquial la que había sido de la Compañía de Jesús, llamada entonces San Carlos (hoy San Ignacio). Publicó varias biografías en el Papel Periódico Ilustrado y continuó escribiendo artículos para el Repertorio Colombiano. El 6 de enero de 1889 fue elegido miembro de número de la Academia Colombiana de la Lengua; se posesionó con un discurso en el que presentó a la entonces desconocida escritora mística sor Francisca Josefa del Castillo, contestado por José Manuel Marroquín.

En 1890 fue nombrado por Carlos Holguín, vicepresidente de la República, rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Ocupó este cargo durante casi 40 años, volviéndole a dar su antiguo prestigio, ampliando y reconstruyendo sus edificios, y estableciendo las facultades de Filosofía y Letras y de Derecho. El 7 de abril de 1896 Miguel Antonio Caro lo nombró ministro de Instrucción Pública; aceptó este cargo creyendo hacerle bien a la Iglesia y al clero: pensando de buena fe, que no sólo tenía la licencia sino el beneplácito del Ilustrísimo Señor Arzobispo, y que renuncié en el momento que me pareció oportuno, después de que entendí que mi presencia en aquel puesto no era del gusto de mi prelado, según dijo en su testamento. Monseñor Carrasquilla renunció el 10 de mayo de 1897. El 28 de marzo de 1899 fue prebendado del Venerable Capítulo Metropolitano, y por mucho tiempo, secretario de éste. Monseñor Carrasquilla fue un verdadero maestro; la sencillez y claridad de su discurso dejaban entrever su enorme erudición. Su oratoria era absolutamente convincente, abrillantando siempre el esplendor de la verdad. La austeridad de su vida, sus ademanes majestuosos, su palabra tranquila y segura, su oratoria luminosa y emocionada no eran sino el efecto y la expresión de su fe absoluta, irrevocable y definitiva. No es, pues, extraño, que el papa León XIII le concediera el título de doctor en teología, sin exigirle cursar en ninguna universidad pontificia, y que Benedicto XV (por breve de septiembre 11 de 1915) lo nombrara prelado doméstico suyo. Son célebres sus oraciones fúnebres por la muerte de León XIII, Pío x y Benedicto XV. En 1913 publicó Sermones y discursos escogidos; en 1914, Lecciones de Metafísica y Etica, texto para enseñanza que ha sido editado varias veces. Fue director de la Academia de la Lengua desde 1910 hasta su muerte. En 1918 volvió a fundar, con otros, el periódico El Catolicismo. En 1921, por nombramiento pontificio, fue canónigo teologal. Como delegado colombiano a la celebración del centenario de la batalla de Ayacucho viajó a Perú; publicó, entonces, sus Cartas de Lima. En 1926 enfermó gravemente, y falleció el 18 de marzo de 1930.

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