miércoles, 23 de mayo de 2012

Gustavo de Greiff Restrepo


GUSTAVO DE GREIFF RESTREPO
 

 
 
Nació el 20 de junio de 1929 en Bogotá. Hijo de don Gustavo Adolfo De Greiff Chavarriaga y de doña Cecilia Restrepo Piñeres. Casó con doña Inés Lindo Koppel. Hijos: Monica, Natalia, Gustavo. Pablo y María Verónica.

Realizó estudios secundarios en el Colegio de San Bartolomé La Merced e ingresó al Colegio Mayor a estudiar derecho, fue colegial formal y recibió el título de doctor en 1953. Posteriormente realizó cursos de posgrado en los veranos de 1969, 1970, 1972, en la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, Cambridge, Mass., USA." En 1955, juez municipal en Engativá, Cundinamarca. 1955-1956, abo­gado de seguros en la Superintendencia B ancana de Colombia. De-de 1956 a 1980, fue abogado asesor del Banque Nationale de París, del Banco de Colombia, Siderúrgica de Medellín S.A., Aerolíneas Pe­ruanas, Pato Consolidated Gold Mines y Placer Development Ltd., Aero Service Corp., Carson GeophysicalServices, Inc, entre otros. Desde 1957 hasta 1992, fue catedrático derecho civil en las facultades de derecho y economía del Colegio Mayor del Rosario. 1957, en la Uni­versidad Nacional de Colombia. 1996-1999, profesor en la facultad de posgrado de ciencias políticas, en la Universidad Nacional Autó­noma Nacional de México (UNAM). Ha sido conferencista en las uni­versidades: Autónoma del Estado de México, Autónoma de Querétaro, Asociación Mexicana de Estudios Internacionales, Cámara de Dipu­tados de México, Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de Jus­ticia de México y Universidad Autónoma de Nuevo León. En 1969, editor de Jurisprudencia al Día, publicación periódica de sentencias de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado. 1988, miem­bro de la comisión asesora para el nuevo Código de Minas. 1987-1988, vicerrector del Colegio Mayor. 1989-1990, consejero de Estado. 1990-1992, rector. 1992-1994, primer Fiscal General de la Nación. 1994-1998, embajador en México.

Ha sido arbitro en tribunales de arbitramiento, tales como, el proceso de la Federación Nacional de Algodoneros y Seguros La Unión, S.A. en 1978; proceso de PROEXPO, Seguros La Unión, S.A. y Electro-manufacturas, S.A. en 1978; proceso de Constructora Brugués, S.A. vs. Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá en 1989.

Ha publicado varios libros, Conferencias de introducción al derecho, Código civil colombiano, concordado y anotado, Código de procedimiento penal, concordado 1993, Drogas, la prohibición Inútil y diversos artículos en revistas especializadas como Fasecolda, Derecho Colombiano Asociación Mexicana de Estudios Internacio­nales, e Instituto Nacional de Administración Pública de México.

Entre las distinciones y condecoración que ha recibido, se cuen­tan: medalla José María Córdoba, de las Fuerzas Militares de Co­lombia; condecoración Antonio Ricaurte, de la Fuerza Aérea Colombiana y la gran cruz de la orden del Águila Azteca del gobier­no de los Estados Unidos Mexicanos.

Actualmente se desempeña como investigador asociado en el Colegio de México, desde 1 de agosto de 1998.

EL RECTORADO  
(1990-1991)

La elección se realizó el 16 de octubre de 1990 de acuerdo con el artículo 1° numeral II del acuerdo número 3 de 1974, con la parti­cipación de los siguientes colegiales de número: señoritas Liliana Martínez Quimbaya, Sandra Ximena Franco Millán, Dilia Marcela Ortiz Fonseca, y los señores Juan Carlos Baquero Romero, Néstor González Herrera, Carlos Torres Pardo, Carlos Díaz Granados Mesa. Luis Alberto Abella Palacio, Juan Manuel Restrepo Abonando, Jai­me Oliver Serrano, Camilo Ernesto Ramírez Saquero, Carlos Ber­nardo Mantilla Benítez, Juan Esteban Orduz Trujillo, Guillermo Sánchez Luque, Arturo Sanabria Gómez, y los cinco consiliarios. el doctor De Greiff se posesionó el 24 de octubre del mismo año. La elección de consiliarios se realizó el 16 de marzo de 1991.

1990-1991

Vicerrectora doctora Martha Penen Lastra; vicerrector Guillermo Salah Zuleta (vicerrector encargado); consiliario doctor Luis Eduardo Puerto Ramírez; consiliario doctor Guillermo Salah Zuleta; consiliario monseñor Fabio Suescún Mutis; consiliario Fer­nando Guzmán Mora; síndico doctor Carlos Castillo Sanmiguel; se­cretaria general doctora Ana María Ochoa Sampedro.

El doctor De Greiff se posesionó el 24 de octubre de 1990 y en su discurso de posesión aseveró: "Estamos en un recinto augusto que dentro de su orgullosa austeridad envuelve una tradición gloriosa.

Aquí han tenido lugar actos heroicos, hazañas innumerables, gestos nobles; han florecido virtudes sin cuento y todo esto al servi­cio del país, sin intereses mezquinos, con generosidad sin límites.

No es el momento del cálculo interesado, del inventario peque­ño, pues aquí esa clase de actitudes nunca han encontrado terreno propicio.

Quisiera que quienes con generosidad me acompañan en esta noche se unieran conmigo en la reflexión sobre el legado que reci­bimos, que estamos obligados a preservar y que debemos entregar con dignidad a quienes han de sucedernos.

En primer término me sobrecoge pensar que en un país latino, en donde, para infortunio nuestro, todo es improvisado, inconstan­te, voluble, donde nada parece durar, esta institución ha sufrido el paso de los siglos, las adversidades del tiempo, los sinsabores de los días y aquí la tenemos: con un pasado glorioso, entendiendo cuál es su misión en el presente, cuál debe ser su futuro, lista a en­tregarse como siempre al servicio de la patria.

Para que inventar palabras, escudriñar con afán maneras de manifestar el pensamiento, cuando uno de sus mejores mentores expresara así lo que ha significado el Colegio; decía el venerado maestro: "Un raudal sorprendente de grandeza fluye de estos oríge­nes remotos; hombres y doctrinas, hazañas y virtudes se acumulan en este intervalo de más de 340 años, durante los cuales, y a través de muchas vicisitudes, ha contribuido el Colegio al engendramiento del "alma nacional". Porque al influjo de las Constituciones caracterís­ticas del Rosario, y bajo el patrocinio de la Religión que la Santa imagen de la Bordadita sirve de cifra y de emblema, se criaron tantos varones egregios cuya enumeración suena en los oídos de todo co­lombiano como una prodigiosa letanía de imperativos que nos impul­san de continuo a amar lo que ellos amaron, a engrandecer lo que ellos dejaron asentado, a preservar lo que ellos adquirieron y a reali­zar lo que ellos ambicionaron para el bien de la República".

Es que este Colegio Mayor no puede concebirse sino en función de patria; aquí no puede existir mejor afán que el de su servicio! Y es bueno recordar el pasado pues su unión con el presente es lo que nos da la identidad que tanta falta le hace a los pueblos congrega­dos en un determinado territorio -que unido a la sangre de sus an­tepasados, forjado con el empeño de sus descendientes y alumbrado con la esperanza de quienes vienen- es lo que podemos llamar la patria de nuestros amores y desvelos.

Jamás aquí ha podido prosperar una concepción fenicia de la patria y el compromiso de todo rosarista es que nunca pueda ello suceder.

Pero el pasado, especialmente el glorioso, vale la pena recor­darlo no para alimentar la nostalgia de tiempos mejores -pues, en realidad rara vez lo fueron- sino para fortalecer nuestro compromi­so con el presente y con el futuro; el pasado que quiero ahora re­cordar es aquel en el cual el Colegio estuvo incondicionalmente comprometido con los ideales que le han permitido perdurar. Son estos los ideales de respeto a las leyes, el ansia de conocimientos, la búsqueda de un modo de gobierno participativo, la idea según la cual los únicos logros que merecen recompensarse son aquellos na­cidos del esfuerzo, que los privilegios o beneficios que el destino ineluctable depara llevan siempre consigo una responsabilidad y una obligación en favor de los menos afortunados, el servicio a la patria, un sano espíritu crítico, sin el cual la razón se convierte en instrumento de poder.

En ausencia de estos ideales el pasado no es más que una lista de nombres y de eventos en espera de alguien que nuevamente pue­da darles sentido.

La Universidad tiene que ser una institución en donde se pue­dan buscar y encontrar soluciones para resolver conflictos en beneficio del país y de la sociedad en general en forma racional, sin olvidar nunca los presupuestos éticos de cualquier solución, pues debe entenderse que la discusión racional nunca ha implicado la renuncia a los principios morales.

En un mundo que está cambiando tanto, a toda la humanidad pero en especial a la que hace parte de los países en desarrollo le queda la responsabilidad de idearse un nuevo modelo de conviven­cia social, de manera que la racionalidad que mueva la discusión dentro de la Universidad no sea el racionalismo individualista que abandona a cada uno a su propia suerte.

La crisis del socialismo, que en forma dramática se ha materia­lizado ante nuestros propios ojos, no puede conducir a un capitalis­mo sin contenido social. Infortunadamente no vemos que se estén estudiando seriamente ni los motivos que llevaron a esa crisis sin una seria reflexión sobre sus causas y efectos será imposible -a me­nos que confiemos en el azar- construir un modelo de sociedad en donde a la par con los beneficios materiales, el hombre encuentre un sentido que trascienda al solo vivir por vivir. Obligación inelu­dible, imperativa de la Universidad es ser el campo en donde tal estudio se realice.

Esto es particularmente urgente entre nosotros, en donde las: circunstancias han impuesto la oportunidad de discutir y elaborar un nuevo pacto social. Nosotros, los rosaristas, tenemos el deber de aportar racionalidad al proceso y estamos dispuestos a cumplir con nuestra obligación.

Pero no hay que olvidar que la reelaboración de dicho pacto no es la única urgencia que nos depara el porvenir. El futuro del país no depende únicamente de encontrar fórmulas jurídicas que expre­sen sus anhelos o llenen su necesidades, sino que depende -en gran medida- de las posibilidades que cada uno de sus habitantes tenga de llevar una vida completa, en donde sus requerimientos materia­les y espirituales puedan satisfacerse plenamente. Buscar leyes apro­piadas no puede ser la sola tarea que ocupe los afanes de nuestros compatriotas. Después de todo legislar es apenas una de las activi­dades que conforman el mejor ideal de vida para un ser humano.

El Rosario con su vocación humanista tiene la responsabilidad no solo de contribuir a preservar sino de ampliar el ideal de lo que constituye la mejor vida para el hombre.

Es cierto que nos acongojan problemas que nos parecen ate­rradores, pero "no hay que olvidar que, Dios mediante, otra luz nos amanecerá y que el país tiene alientos sobrados para restaurase en plazo más o menos corto" como en nota de optimismo señalaba quien fuera nuestro maestro, el inolvidable monseñor José Vicente Castro Silva, cuya admonición, de paso, debe estar siempre presen­te en la mente de todo rosarista: "Hay que vivir como se piensa, pues de lo contrario se terminará pensando como se vive".

Por último permítanme decirles que comprendo perfectamente la solemnidad del momento; nunca ella fue tan evidente para mí como cuando otro de mis maestros, a quien califico sin hipérbole de procer civil de la Nación, el doctor Antonio Rocha, me decía hace pocos días: "Doctor De Greiff, tengo noventa o noventa y un años, fui Ministro de Relaciones Exteriores, legislador, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, recibí de la patria los mejores honores que podían deparárseme y ninguno de ellos puede igualarse al de haber sido Rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario "2548.

Abandonó la rectoría para asumir el cargo de primer fiscal ge­neral de la Nación en abril de 1992. Quedó encargado de la rectoría el consiliario doctor Guillermo Salah Zuleta.

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